¿Qué harías si en tu casa hay un extraño olor?
Laura, una joven de 27 años, llegó a Bogotá para dedicarse a un nuevo trabajo y a una nueva experiencia, tras vivir varios años junto a su familia en Medellín. La paisa, sin conocer a nadie, decidió arrendar un lujoso apartamento ubicado en el norte y así irse caminando a la oficina.
Una vez se mudó y adaptó el espacio a su gusto personal, la joven comenzó a sentir un extraño olor a mortecino que provenía de la sala del lugar. Tras asear, limpiar y ordenar, creyó que de esta manera podría ahuyentar el olor y no sentirse incómoda para invitar gente.
Todos los días, exactamente a las 8:00 a.m, Laura sentía ese horripilante olor a muerto que llegaba desde su sala, por lo que recurría a aplicar un ambientador. Cuando regresaba de la oficina, tipo 5:00 p.m, la mujer no sentía este fastidioso aroma que la atormentaba.
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Sin embargo, una noche mientras dormía su casa se llenó de este asqueroso olor, despertándola a media noche. Cuando salió a buscar qué era, únicamente encontró gotas de sangre en la sala, por lo que gritó y llamó al celador para que la ayudara.
El hombre revisó el apartamento y aseguró que no sentía ningún olor a muerto, por lo que se retiró lentamente. Laura se volvió a acostar para intentar retomar el sueño, pero se quedó paralizada al ver una sombra de pie en la puerta de su habitación.
Al salir de allí, la paisa se dirigió a la sala y se acercó a la chimenea, donde descubrió que había una bolsa con una mano, una cadena y un sobre. Al destapar el paquete, Laura descubrió que este objeto dorado tenía una foto suya, tomada exactamente el día después de que se mudó.
La carta estaba con su letra y era una despedida para sus padres, firmada con gotas de sangre y con la hora. El papel decía: “Esta decisión la tomo por mi bien, mi presente y mi final” y tenía las 8:00 a.m. escrito en una esquina.
Laura murió aquel día tras entrar en un caos personal y su alma deambula por el apartamento sin saber que ya perdió la vida.